Dos días de buena música, donde el público del parque y el asistente a las actuaciones han compartido momentos únicos. Dos días con una buena representación de lo mejor de panorama nacional e internacional.
Tibidabo Live Festival ha demostrado este fin de semana que es posible un festival familiar, con buenas vistas y con un aspecto lúdico y cultural muy relevante. Y Mogwai fueron los encargados de clausurar estas dos jornadas de música.



El sol reinó desde primera hora en la jornada del sábado, que arrancó a las 17.30 h. con una verdadera orquesta subida a un escenario: la que integraban los componentes de Eraul. Le seguirían el country-western- swing de los Ghost Number & His Tipsy Gipsies, que en vez de proceder de Euskadi parecían sacados de las mismísimas entrañas de la América de los años 30. Banjo, contrabajo, violín, guitarra y percusiones con un sello retro y con clase indiscutible.



Y desde Los Angeles procedían House of Wolves, que fueron una de las sorpresas de la noche: songwriting clásico e intimista. Mientras, Los Bracco ofrecieron un set de rock crudo y directo, antes de dar paso a Ocellot, la representación catalana y más experimental del festival. Otra de las grandes sorpresas de la noche fueron Belako. Desde Euskadi, con varios premios acumulados este año y bien merecidos, y convenciendo al público. La prueba fue un directo en el que demostraron por qué son una de las bandas nacionales más solicitadas del momento. Con la avioneta del Tibidabo como atracción que sobrevolaba sus cabezas, el resultado fue un concierto enérgico e ideal para arrancar definitvamente al público antes de la llegada de Mogwai. Los escoceses presentaban su disco recopilatorio y por eso ofrecieron un repaso a su carrera repleto de espirales sonoras, melodías in crescendo y post-rock imperecedero.
Tibidabo Live Festival clausura su primera edición agradeciendo el apoyo a todos los medios y al público que han hecho posible que este nuevo sueño sea ya una realidad en la escena musical barcelonesa.
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