El proyecto en solitario de Miren Iza siempre me ha parecido interesante. La fuerza y dolor de sus letras junto a la melancolía de su música era algo que siempre había querido ver en directo. Por eso, cuando Miren anunció que se iba a Nueva York y abandonaba temporalmente la música creí que había perdido esa oportunidad. Así pues, al saber que la guipuzcoana volvía con nuevo proyecto bajo el brazo no dudé en que iba a estar presente ese 24 de enero en la Sala Wah-Wah de Valencia.
El concierto tenía como grupo invitado a los valencianos Atlàntic. Andaban presentando su EP debut, cosa que, bien hecho, no se cansaron de repetir. Sus canciones son Pop del más puro, estilo años noventa. Lo que más destacaría fue la inestimable colaboración de María López (Moonflower) a los coros y dándolo todo tocando diversos instrumentos de percusión.
Llegó el momento de Tulsa. Miren saltaba a pista con banda nueva, composición nueva. Armada ella con una guitarra, la acompañaban un teclado, una batería y unos sintetizadores. El resultado fue gratamente sorprendente, con un concierto que empezó suave y dulce y fue in crescendo, envolviéndolo todo de ruido y épica. El nuevo trabajo de Tulsa, La Calma Chicha tiene fuerza en cada una de sus notas y los temas antiguos como Matxitxako o la nueva versión de Algo ha cambiado para siempre encajan a la perfección en el directo de la banda. La voz rota de Miren no hace sino redondear un conjunto enorme.



Mención especial para el hombre de los sintetizadores, una mezcla entre Seth Rogen y Loulogio hiper expresivo al que daba gusto ver disfrutar con cada uno de los botones pulsados y cada una de las notas sonadas. Con gente así sobre un escenario da gusto.
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