El concierto que tuvo lugar el viernes en la Cambra de La Rambleta era un evento al que llevaba meses queriendo ir. Tal vez por eso de tener unas expectativas altas el resultado final podía ser decepcionante. Pero no. Al contrario.
Aunque vayamos por partes. La cosa empezó con Ramírez teloneando. Frus, (Victor Ramírez, antiguo cómplice circunstancial de alguna melopea juvenil), junto a Jordi Sapena (La Habitación Roja) y Ángela Pascual (Hija de Joaquín Pascual) presentando su nuevo trío. La mezcla funciona y parece que promete, con ese estilo tan britpop de Victor.
Tras el joven grupo, llegó el plato fuerte. Mercromina volvían, diez años después, a subirse a un escenario en la capital valenciana. Uno a uno fueron sonando temazos clásicos, demostrando que para ellos el tiempo no había pasado. Más viejos, más calvos, pero igual de jóvenes.
Personalmente nunca los había podido ver en directo, y aunque el sonido de sus álbumes muestra un guitarreo muy noise, nada me había preparado para una ambientación sonora de tal calibre. Un transporte a un mundo totalmente dominado por esas distorsiones y por esa voz.
Mi canción más favorita, El Libro de Oro de la Congelación, arrancó con problemas técnicos y terminó fundiendo los plomos y haciendo saltar el automático, poniendo una improvisada pausa que nadie deseaba pero pareció no importar. La naturalidad con la que se tomó tanto la banda como el público tal desperfecto técnico («A fumar!» se oyó por ahí) no hizo sino aumentar la comunión entre todos los asistentes al concierto.
Tras la pausa todo se agrandó. El noise inundaba más la sala y la voz de Joaquín era más inaudible entre tanta distorsión, cosa que no hacía más que aumentar la épica del histórico reencuentro. El bis de Un Mundo tan Pequeño en que Joaquín y Ángela Pascual, padre e hija, remataron una noche de gran impacto emocional.