Pongamos a andar nuestra imaginación, o imaginemos que estamos viendo Quadrophenia. Inglaterra finales años sesenta, rockers y mods no se llevaban demasiado bien. Dos tribus urbanas antagónicas que pronto serian «eclipsadas» por el fenómeno Glam Rock o la llegada de los primeros Punks. Pero todos tenían algo en común, la idolación a sus mitos que a su vez experimentaban con drogas y sustancias de lo mas variopintas. Era una época de apertura social, culturalmente se producía la ruptura generacional mas significativa del siglo XX.
En aquella época los medios underground se hacían eco de las gestas de sus ídolos, fascines, publicaciones especializadas y los locales mas in eran centro de peregrinaje de jóvenes en busca del camino iniciado por sus items culturales. Un ejemplo claro fue la evolución y transformación del sonido de los Beatles, en gran parte relacionado con la experimentación de la banda con todo tipo de sustancias. Que decir de otras bandas como Rolling Stones, The Doors, los Who o Led Zeppelin (y aquí podemos estar enumerando durante días y días)
En este escenario y en la actualidad, hay drogas más fotogénicas que otras, y si una destaca por ser especialmente protagonista en el cine, la música o la literatura esta es el cannabis. La permisividad, no solo legal, con que se mira en muchas culturas esta droga denominada blanda, ha permitido que múltiples tribus urbanas y auténticos mitos de la música o la literatura hayan quedado asociados inevitablemente a ella entrelazando creatividad, trabajo y el humo de la marihuana.
Pocas drogas son o han sido tan democráticas en su distribución por las diferentes tendencias musicales o estéticas como el cannabis. De los existencialistas mods a los bohemios, el consumo de esta droga ha formado parte de la trayectoria de muchos jóvenes de los sesenta, setenta y décadas siguientes, que verián con asombro cómo actualmente tanto el consumo como el cultivo del cannabis es accesible y tan fácil como entrar en páginas web como zamnesia, en las que se venden tanto semillas de marihuana como una gran variedad de merchandising.
Quizás esta especie de territorio alegal en el que se sitúa el cannabis en la actualidad reste parte de la emoción y el encanto de lo prohibido que sin duda fue esencial para que tribus como los hippies enarbolaran su consumo como una bandera, pero al mismo tiempo normaliza y hace accesible un producto que parece unir más que separar. Las headshop están llenas de hipsters, antiguos punks o nuevos mísiticos que se asoman para ver las últimas novedades en los artículos relacionados con el consumo de cannabis, y allí coinciden con los que buscan una solución a un dolor crónico o iniciarse en el autocultivo con fines medicinales.
Si algo vemos en las manifestaciones a favor de la normalización en el consumo del cannabis y en las adhesiones a su legalización es la gran variedad de edades y procedencias que se dan cita en estos eventos. Algo tan difícil en apariencia como juntar en un mismo concierto a un punki, un rocker y un amante de la ópera.
